Enfermedades Vampiricas?
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Enfermedades Vampiricas?
¿Enfermedades vampíricas?
El neurólogo español, Juan Gómez Alonso, propone una convincente explicación del mito a partir de ciertas enfermedades, que por sus síntomas y signos, así como por su impacto social, pueden servir para dar algún sustento científico a la leyenda del vampiro. sobre todo el de origen en el folclore europeo.
La Peste
Posiblemente las grandes epidemias de peste, (enfermedad infecciosa producida por la Yersinia pestis, transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) sea la más factible para explicar en parte y en forma simple pero verosímil el origen del mito del vampiro. Precisamente este fenómeno también es descrito como trasfondo de la historia principal de un vampiro en obras cinematográficas como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de estas victimas de enterramiento prematuro sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de la gente atribuyéndoles una condición de vampiros.
La ciencia también puede explicar la creencia en la afectación de los vecinos y familiares allegados al presunto vampiro. Las supuestas víctimas presentaban una severa palidez acompañada de intensa fatiga, cansancio y respiración entrecortada, síntomas y signos clínicos que sencillamente se pueden explicar con una enfermedad clásica, la anemia, un déficit en la cantidad o calidad de los glóbulos rojos de la sangre encargados de transportar el oxígeno a todo el cuerpo, trastorno que no siempre se debe a la pérdida de sangre, sino que hace parte también del cuadro de una desnutrición, muy frecuente en esa época ya sea por falta de adecuada alimentación por las propias enfermedades, o las carestías debidas a las guerras, cuando no por ayunos con motivaciones religiosas que tenían el objetivo de purgar los pecados y verse libre del peligro de la peste.
El carbunco
Es una enfermedad muy contagiosa de los animales producida por el Bacillus anthracis y que puede transmitirse al hombre, capaz de crear gravísimas epidemias) podría haber originado la sintomatología de la persona atacado por los vampiros. Los afectados presentan fiebre alta, sed intensa, convulsiones, afectación respiratoria y alucinaciones que se atribuyen a la falta de oxígeno, por lo que la sensación de asfixia por parte de la víctima podía ser expresada como el estrangulamiento a manos de un vampiro.
La rabia
La rabia, infección viral del Sistema Nervioso, es la enfermedad transmisible que científicamente explicaría adecuadamente el mito del vampiro, especialmente cuando su auge en Europa coincide con epidemias de esta afección durante los siglos XVI y XVII, en particular la ocurrida en Hungría entre 1721 y 1728.
Es una enfermedad que se transmite a los humanos generalmente por mordedura de animales como perros, lobos y murciélagos, portadores habituales de la enfermedad y que en el folclore han sido relacionados con los vampiros. Un médico anónimo ya mencionaba en 1733 que el vampirismo era una enfermedad contagiosa de una naturaleza parecida a la que sobreviene tras la mordedura de un perro rabioso.
La rabia , durante su periodo de incubación y fase preclínica (habitualmente entre 1 año y 3 meses), puede manifestarse con sensaciones anormales como parestesias o dolor en la zona de mordedura, y sintomatología inespecífica inicial (fiebre, pérdida de apetito, fatiga, depresión, temor, ansiedad y sueños angustiosos) semejando una progresiva transformación de la persona en un vampiro.
En su fase clínica, como encefalitis y con una predilección del virus por afectar al sistema límbico (importante en el control de las emociones y la conducta), la rabia generalmente se caracteriza por un cuadro de "rabia furiosa" consistente en síntomas similares a los asignados a la figura folclórica del vampiro, como son: inquietud y agitación crecientes que pueden llegar hasta la agresividad, insomnio persistente y alteración del ritmo del sueño, y modificaciones de la conducta sexual expresadas como hipersexualidad. Debido a frecuentes espasmos musculares en el área facial, faríngea y laríngea, el paciente emite sonidos roncos y ahogados y se produce una retracción de los labios de forma que asoman los dientes como si fuera un animal. Una exaltación de los reflejos, puede causar accesos de furor maníaco frente a pequeños estímulos, como leves contactos, corrientes de aire, luz y ruidos, ciertos olores o excitaciones mínimas como ver su imagen reflejada en un espejo.
El espasmo muscular y los reflejos anormales en faringe producen característicamente un rechazo del paciente al agua lo que se denomina hidrofobia, nombre por el cual se conoce también a esta enfermedad, causado por los intensos dolores al intentar tragar agua o simplemente con su visión (¿sería extrapolable al agua bendita?). Los problemas para tragar su propia saliva, causan que la misma se acumule y gotee de su boca formando espumarajos. Las pesadillas y las alucinaciones también suelen estar presentes en este tipo de cuadro florido de la rabia que generalmente es mortal.
La Porfiria
La porfiria y en particular el tipo de porfiria eritropoyética congénita o enfermedad de Günther , producida por una anomalía genética y hereditaria, se ha alzado con el título de "enfermedad de los vampiros"; pero, aunque curiosa y merecedora de estudio, no sirve para explicar las formas epidémicas del vampirismo debido a que es muy poco frecuente o escasamente diagnosticada.
La enfermedad se caracteriza bioquímicamente por una alteración genética de la actividad enzimática encargada de metabolizar las porfirinas pigmentos precursores del grupo Hemo componente de la hemoglobina que se encarga del transporte de oxígeno en la sangre y le da su característico color rojo. El resultado es una acumulación excesiva en los tejidos de estas sustancias, lo cual clínicamente se manifiesta en una serie de síntomas y signos y complicaciones que coinciden con ciertas características atribuidas en el folclore a los vampiros, como son:
Fotosensibilidad: El depósito de porfirinas en la piel produce una hipersensibilidad a ciertas radiaciones del espectro solar (las de 400 nm de longitud de onda y en menor grado las de 500 a 600 nm), lo que desencadena un proceso de producción de peróxidos que, al liberar oxígeno atómico en los tejidos, provoca la destrucción celular, lo cual se manifiesta por un fuerte enrojecimiento cutáneo, así como agrietamiento y sangrado de la piel , formación de ampollas que se infectan fácilmente y formación de erosiones y úlceras que al cicatrizar dejan marcas y deformaciones en la zona afectada. Por otra parte, el organismo en un intento de proteger la piel del sol desarrolla un hirsutismo o crecimiento anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades y en zonas inusuales como las palmas de las manos, característica que por ejemplo Bram Stoker incluye en su novela al describir por primera vez al conde Drácula.
Deformidades faciales o "Facies vampírica": Se explicaría cuando las lesiones faciales son extensas y por su carácter recidivante se vuelven mutilantes, destruyendo los labios (que dejan la dentadura al descubierto, aparentando ser los dientes de mayor tamaño que el normal), así como los cartílagos de la nariz (mostrando frontalmente los agujeros nasales) o los auriculares (dando ocasionalmente un aspecto puntiagudo a las orejas). Igualmente, con la acumulación de porfirinas los ojos pueden aparecer de color rojizo y en los dientes aparece la llamada eritrodoncia por el depósito porfirínico en la dentina.
Palidez extrema y ansiedad por la sangre: Por otra parte, los defectos en la producción de hemoglobina producen anemia con toda su sintomatología característica, de la cual es destacable la palidez general, tal y como se describe la imagen clásica del vampiro. Un tratamiento habitual de la anemia son las transfusiones de sangre o del grupo Hemo, que no sólo mejoran la anemia sino que frenan la producción de porfirinas y muchos atribuyen que por esa razón los pacientes tiene ansiedad por la sangre. Antiguamente la terapéutica médica para las anemias incluía beber sangre de otros animales, lo cierto es que los jugos digestivos la destruyen y para tener cierto beneficio y que pudiera absorberse una mínima parte del grupo Hemo, el paciente tendría que ingerir más cantidad que la que se necesita vía intravenosa.
Intolerancia al Ajo: El Ajo, el cual es parte de los elementos clásicos para ahuyentar vampiros, se usa desde tiempos antiguos al atribuírsele propiedades antisépticas, antiparasitarias, expectorantes o hipotensivas. Recientemente algunos estudios sugieren que extractos del ajo producirían un bloqueo de la coagulación de la sangre al inhibir la agregación plaquetaria y uno de los elementos del ajo, el alquildisulfuro, por otra parte, podría destruir el grupo Hemo, todo lo cual podría aumentar el malestar de un paciente con porfiria causando una intolerancia.
Disociación emocional o mental del paciente: Este tipo de porfiria no trastorna, curiosamente, la sensación de bienestar del enfermo, aunque por el tipo de vida al que se encuentra sometido es frecuente que se alteren las facultades mentales, lo que podría explicar las obsesiones y crueldades que se atribuyen a los vampiros.
Prevalencia entre grupos familiares: Aunque la teoría porfírica del vampirismo no explica bien las epidemias de vampiros, si se ha intentado asociarla al mito por su prevalencia entre grupos poblacionales cerrados o entre familias dado el mecanismo de transmisión genética, basándose en que en la sociedad feudal era frecuente el derecho de pernada feudal, lo cual supone una transmisión del material genético del noble o señor feudal afectado de porfiria entre las familias de sus siervos o del pueblo llano, por lo que se podrían producir varios casos en un mismo periodo y con relativa frecuencia, explicando además los casos de vampirización dados en el entorno familiar del supuesto vampiro original.
Por otra parte, entre las diversas variedades de la porfiria (especialmente en las variedades aguda intermitente, variegata y coproporfiria) puede desencadenarse una crisis por la ingesta de alcohol o incluso por el estrés intenso (situación que se crearía con relativa facilidad en el ámbito supersticioso y aterrador de la creencia en los ataques vampíricos
El neurólogo español, Juan Gómez Alonso, propone una convincente explicación del mito a partir de ciertas enfermedades, que por sus síntomas y signos, así como por su impacto social, pueden servir para dar algún sustento científico a la leyenda del vampiro. sobre todo el de origen en el folclore europeo.
La Peste
Posiblemente las grandes epidemias de peste, (enfermedad infecciosa producida por la Yersinia pestis, transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) sea la más factible para explicar en parte y en forma simple pero verosímil el origen del mito del vampiro. Precisamente este fenómeno también es descrito como trasfondo de la historia principal de un vampiro en obras cinematográficas como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de estas victimas de enterramiento prematuro sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de la gente atribuyéndoles una condición de vampiros.
La ciencia también puede explicar la creencia en la afectación de los vecinos y familiares allegados al presunto vampiro. Las supuestas víctimas presentaban una severa palidez acompañada de intensa fatiga, cansancio y respiración entrecortada, síntomas y signos clínicos que sencillamente se pueden explicar con una enfermedad clásica, la anemia, un déficit en la cantidad o calidad de los glóbulos rojos de la sangre encargados de transportar el oxígeno a todo el cuerpo, trastorno que no siempre se debe a la pérdida de sangre, sino que hace parte también del cuadro de una desnutrición, muy frecuente en esa época ya sea por falta de adecuada alimentación por las propias enfermedades, o las carestías debidas a las guerras, cuando no por ayunos con motivaciones religiosas que tenían el objetivo de purgar los pecados y verse libre del peligro de la peste.
El carbunco
Es una enfermedad muy contagiosa de los animales producida por el Bacillus anthracis y que puede transmitirse al hombre, capaz de crear gravísimas epidemias) podría haber originado la sintomatología de la persona atacado por los vampiros. Los afectados presentan fiebre alta, sed intensa, convulsiones, afectación respiratoria y alucinaciones que se atribuyen a la falta de oxígeno, por lo que la sensación de asfixia por parte de la víctima podía ser expresada como el estrangulamiento a manos de un vampiro.
La rabia
La rabia, infección viral del Sistema Nervioso, es la enfermedad transmisible que científicamente explicaría adecuadamente el mito del vampiro, especialmente cuando su auge en Europa coincide con epidemias de esta afección durante los siglos XVI y XVII, en particular la ocurrida en Hungría entre 1721 y 1728.
Es una enfermedad que se transmite a los humanos generalmente por mordedura de animales como perros, lobos y murciélagos, portadores habituales de la enfermedad y que en el folclore han sido relacionados con los vampiros. Un médico anónimo ya mencionaba en 1733 que el vampirismo era una enfermedad contagiosa de una naturaleza parecida a la que sobreviene tras la mordedura de un perro rabioso.
La rabia , durante su periodo de incubación y fase preclínica (habitualmente entre 1 año y 3 meses), puede manifestarse con sensaciones anormales como parestesias o dolor en la zona de mordedura, y sintomatología inespecífica inicial (fiebre, pérdida de apetito, fatiga, depresión, temor, ansiedad y sueños angustiosos) semejando una progresiva transformación de la persona en un vampiro.
En su fase clínica, como encefalitis y con una predilección del virus por afectar al sistema límbico (importante en el control de las emociones y la conducta), la rabia generalmente se caracteriza por un cuadro de "rabia furiosa" consistente en síntomas similares a los asignados a la figura folclórica del vampiro, como son: inquietud y agitación crecientes que pueden llegar hasta la agresividad, insomnio persistente y alteración del ritmo del sueño, y modificaciones de la conducta sexual expresadas como hipersexualidad. Debido a frecuentes espasmos musculares en el área facial, faríngea y laríngea, el paciente emite sonidos roncos y ahogados y se produce una retracción de los labios de forma que asoman los dientes como si fuera un animal. Una exaltación de los reflejos, puede causar accesos de furor maníaco frente a pequeños estímulos, como leves contactos, corrientes de aire, luz y ruidos, ciertos olores o excitaciones mínimas como ver su imagen reflejada en un espejo.
El espasmo muscular y los reflejos anormales en faringe producen característicamente un rechazo del paciente al agua lo que se denomina hidrofobia, nombre por el cual se conoce también a esta enfermedad, causado por los intensos dolores al intentar tragar agua o simplemente con su visión (¿sería extrapolable al agua bendita?). Los problemas para tragar su propia saliva, causan que la misma se acumule y gotee de su boca formando espumarajos. Las pesadillas y las alucinaciones también suelen estar presentes en este tipo de cuadro florido de la rabia que generalmente es mortal.
La Porfiria
La porfiria y en particular el tipo de porfiria eritropoyética congénita o enfermedad de Günther , producida por una anomalía genética y hereditaria, se ha alzado con el título de "enfermedad de los vampiros"; pero, aunque curiosa y merecedora de estudio, no sirve para explicar las formas epidémicas del vampirismo debido a que es muy poco frecuente o escasamente diagnosticada.
La enfermedad se caracteriza bioquímicamente por una alteración genética de la actividad enzimática encargada de metabolizar las porfirinas pigmentos precursores del grupo Hemo componente de la hemoglobina que se encarga del transporte de oxígeno en la sangre y le da su característico color rojo. El resultado es una acumulación excesiva en los tejidos de estas sustancias, lo cual clínicamente se manifiesta en una serie de síntomas y signos y complicaciones que coinciden con ciertas características atribuidas en el folclore a los vampiros, como son:
Fotosensibilidad: El depósito de porfirinas en la piel produce una hipersensibilidad a ciertas radiaciones del espectro solar (las de 400 nm de longitud de onda y en menor grado las de 500 a 600 nm), lo que desencadena un proceso de producción de peróxidos que, al liberar oxígeno atómico en los tejidos, provoca la destrucción celular, lo cual se manifiesta por un fuerte enrojecimiento cutáneo, así como agrietamiento y sangrado de la piel , formación de ampollas que se infectan fácilmente y formación de erosiones y úlceras que al cicatrizar dejan marcas y deformaciones en la zona afectada. Por otra parte, el organismo en un intento de proteger la piel del sol desarrolla un hirsutismo o crecimiento anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades y en zonas inusuales como las palmas de las manos, característica que por ejemplo Bram Stoker incluye en su novela al describir por primera vez al conde Drácula.
Deformidades faciales o "Facies vampírica": Se explicaría cuando las lesiones faciales son extensas y por su carácter recidivante se vuelven mutilantes, destruyendo los labios (que dejan la dentadura al descubierto, aparentando ser los dientes de mayor tamaño que el normal), así como los cartílagos de la nariz (mostrando frontalmente los agujeros nasales) o los auriculares (dando ocasionalmente un aspecto puntiagudo a las orejas). Igualmente, con la acumulación de porfirinas los ojos pueden aparecer de color rojizo y en los dientes aparece la llamada eritrodoncia por el depósito porfirínico en la dentina.
Palidez extrema y ansiedad por la sangre: Por otra parte, los defectos en la producción de hemoglobina producen anemia con toda su sintomatología característica, de la cual es destacable la palidez general, tal y como se describe la imagen clásica del vampiro. Un tratamiento habitual de la anemia son las transfusiones de sangre o del grupo Hemo, que no sólo mejoran la anemia sino que frenan la producción de porfirinas y muchos atribuyen que por esa razón los pacientes tiene ansiedad por la sangre. Antiguamente la terapéutica médica para las anemias incluía beber sangre de otros animales, lo cierto es que los jugos digestivos la destruyen y para tener cierto beneficio y que pudiera absorberse una mínima parte del grupo Hemo, el paciente tendría que ingerir más cantidad que la que se necesita vía intravenosa.
Intolerancia al Ajo: El Ajo, el cual es parte de los elementos clásicos para ahuyentar vampiros, se usa desde tiempos antiguos al atribuírsele propiedades antisépticas, antiparasitarias, expectorantes o hipotensivas. Recientemente algunos estudios sugieren que extractos del ajo producirían un bloqueo de la coagulación de la sangre al inhibir la agregación plaquetaria y uno de los elementos del ajo, el alquildisulfuro, por otra parte, podría destruir el grupo Hemo, todo lo cual podría aumentar el malestar de un paciente con porfiria causando una intolerancia.
Disociación emocional o mental del paciente: Este tipo de porfiria no trastorna, curiosamente, la sensación de bienestar del enfermo, aunque por el tipo de vida al que se encuentra sometido es frecuente que se alteren las facultades mentales, lo que podría explicar las obsesiones y crueldades que se atribuyen a los vampiros.
Prevalencia entre grupos familiares: Aunque la teoría porfírica del vampirismo no explica bien las epidemias de vampiros, si se ha intentado asociarla al mito por su prevalencia entre grupos poblacionales cerrados o entre familias dado el mecanismo de transmisión genética, basándose en que en la sociedad feudal era frecuente el derecho de pernada feudal, lo cual supone una transmisión del material genético del noble o señor feudal afectado de porfiria entre las familias de sus siervos o del pueblo llano, por lo que se podrían producir varios casos en un mismo periodo y con relativa frecuencia, explicando además los casos de vampirización dados en el entorno familiar del supuesto vampiro original.
Por otra parte, entre las diversas variedades de la porfiria (especialmente en las variedades aguda intermitente, variegata y coproporfiria) puede desencadenarse una crisis por la ingesta de alcohol o incluso por el estrés intenso (situación que se crearía con relativa facilidad en el ámbito supersticioso y aterrador de la creencia en los ataques vampíricos
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